miércoles, 30 de julio de 2014

Genero

GENERO

Hablar sobre perspectiva de “género” resulta necesario a la hora de reflexionar acerca de las diferencias y desigualdades sociales, culturales y económicas entre varones y mujeres ya que nos permite comprender el modo en el que se fueron construyendo a lo largo del tiempo, los motivos que las generaron y cómo se reproducen día a día




Una reflexión con perspectiva de género nos invita a colocarnos lentes con los cuales mirar de modo más amplio y profundo, pues tiene por objeto cuestionar aquello que se nos presenta como obvio y de sentido común. Precisamente es esta cualidad la que otorga un alcance “movilizante” a esta perspectiva, convirtiendo las reflexiones en torno al género en una tarea algo compleja y delicada, al tiempo que resuena en nuestra propia historia de vida. Se trata, en definitiva, de alumbrar ciertos lugares de la historia, del presente y del futuro, de todos y todas.





Permanentemente nos paramos en el mundo desde una idea acerca de qué significa ser un varón y qué ser una mujer, acerca de cómo somos y acerca de lo que debemos o deberíamos hacer. La propuesta es detenernos e intentar buscar una respuesta reflexiva sobre actos y pensamientos que se nos presentan como naturales y entendiendo que aquello que nos sucede de manera individual siempre está anclado en un espacio social y cultural. Se trata pues de reflexionar sobre nuestra vida considerando que formamos parte de una sociedad determinada en un momento de la historia particular. Que si bien las relaciones entre varones y mujeres son de una manera, bien podrían ser de otra.

Cada sociedad concede distintas valoraciones a cada una de estas categorías, y otorga mayor valor y estatus a algunas que a otras. Desde que nacemos, la cultura, el lenguaje, la vida afectiva van inculcando en nosotros/as ciertas normas y valores profundamente tácitos en la sociedad, dados por “naturales” y que, por lo tanto, no cuestionamos. De un modo no consciente, vamos aprendiendo y reproduciendo en nuestro andar cotidiano estas representaciones, incorporándolas a nuestra vida, adecuándolas a nuestros cuerpos y trasmitiéndolas. Entonces, estos patrones culturales establecen ciertos márgenes a partir de los cuales elaboramos formas de pensar, actuar y sentir, que se reflejan continuamente en los espacios que todos y todas vamos ocupando a lo largo de nuestras vidas y que tienen que ver con aquello que se espera de cada uno/a. Sin duda, las ideas acerca de cómo deberían ser las mujeres refuerzan los lugares que ocupan, pues si las consideramos cariñosas, dulces, sensibles, maternales, delicadas, es esperable y se naturaliza que estén en sus casas cuidando a niños/as y ancianos/as.

Ahora bien, resulta que en la sociedad en la que vivimos no se valora de igual modo el trabajo fuera del hogar que el trabajo dentro del mismo. Las tareas vinculadas al cuidado no son consideradas un trabajo, y mucho menos es reconocido el cuidado como un aspecto que requiera ser regulado y legislado. Cabría preguntarnos cuánto espacio existe en nuestra sociedad para imaginar otras formas de organización social en torno a este tema, pensarlo –por ejemplo– como un derecho universal al que todos y todas tengamos acceso. Así, el cuidado dejaría de ser una resolución propia del ámbito familiar donde son las mujeres generalmente quienes terminan asumiendo estas responsabilidades, para ser algo pertinente a todos y todas.

No se encuentra valorado del mismo modo ser empleado/a que ama de casa. Las desigualdades de ingreso económico frente a las mismas tareas y el modo en el que varones y mujeres usamos nuestro tiempo libre son otras formas en que se expresa esta subordinación. Esto significa menores oportunidades, valoración y reconocimiento para las mujeres, así como un acceso diferencial a los recursos, que impiden su participación en igualdad de condiciones.

Como venimos diciendo, la cuestión de género está presente en todas las relaciones sociales, pues en ellas existen valoraciones y representaciones montadas sobre las diferencias anatómicas sexuales de las personas. Estas valoraciones otorgarán distintos grados de poder según el cuerpo con el que se nazca. Por lo tanto, las relaciones de género son relaciones de poder, que a lo largo de la historia han sido –y aún lo son– desfavorables para las mujeres. No hay razones biológicas o anatómicas para suponer que las mujeres son “peores”, “menos”, “inferiores” que los varones, ni lo contrario. Suponer esto es justificar la desigualdad social aludiendo a cuestiones biológicas, cuando en realidad son las representaciones que la sociedad hace sobre esa anatomía diferente lo que justifica y sostiene las desigualdades. Es por esto que pensamos el concepto de género como una herramienta que nos permita imaginar formas más igualitarias de construir nuestro “ser" en el mundo.


Actividad 1:


a) Vean el video que se titula “un aplauso para el asador” y el material que se encuentra adjunto en el siguiente link Genero,Naturaleza y cultura


Una vez que hayan leído el material y visto el video les acercamos algunas preguntas para reflexionar en este espacio:
 - ¿Cuáles son los roles asignados a los varones y las mujeres en el video?
- ¿Pueden percibir indicadores de desigualdad de género? ¿Cuáles serían?

Actividad 2

a) En grupos de 3 alumnos analicen las publicidades y los estereotipos de lo femenino y lo masculino y las formas de ser mujer y varón. 

b) Debatan sobre estos temas con sus compañeros de grupo y que armen una tabla como la siguiente la suban a google docs, de esta manera se podrá discutir sobre los estereotipos que las publicidades difunden:


Soy  Mujer y Puedo
Ser Varón y puedo
Lavar


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